Die in Your Arms

Género: romance, drama.

Sinopsis:
   Josette, de 14 años, vivía felizmente en Santiago, Chile. Tenía amigos, amigas, seres queridos, familiares, y a su novio Pablo. Un día sus padres le dan la noticia de que se mudarán a Buenos Aires, Argentina. Esto causa muchas peleas entre ella y su papá, ya que se mudan a causa de su trabajo, pero se dará cuenta de que el amor no depende de la distancia y que aunque ella y Pablo estén en diferentes países pueden amarse de la misma forma, e incluso mejor.


Capítulo 1:
    Bueno mi historia no comienza con un "Érase una vez... " sino con el día, o bien, uno de los días más tristes de mi vida.
        Como siempre salí caminando en la mañana hacia mi colegio en Santiago. Era una mañana soleada y podía ver los autos pasar apurados por llegar a la hora mientras yo caminaba sin ninguna prisa, sabía que caminar era más rápido. Al llegar al colegio me encontré con mi mejor amiga Ignacia.
- Hola Josette, ¿qué cuentas? - me preguntó mientras caminaba  mi lado
- Hola... la verdad no mucho, solo que no estudié para la prueba de Lenguaje
- Somos dos - reímos y seguimos caminando hasta la sala de física, la clase aún no comenzaba. Cuando iba entrando Pablo se levantó y tomó mi mochila para llevarla al puesto al lado de él.
- Hola Josette, te ves linda - me dijo sonriendo
- Gracias ¡ Feliz aniversario ! - dije mientras sacaba con cuidado una tarjeta para él
- Y pensar que ya llevamos un año juntos, el tiempo vuela
- Si, el mejor año de mi vida - le entregué mi tarjeta y me abrazó. Fuimos a conversar con unos amigos al otro lado de la sala, estábamos en eso cuando tocó el timbre y nos fuimos a sentar. Llegó la profesora, una señora de avanzada edad, alta y delgada. Comenzó su aburrida clase y parecieron haber pasado años cuando terminó y tocó el timbre.Salimos a recreo y entramos a otra sala, y luego a otra, hasta que terminó el día y pudimos ir a casa.
   Me devolví caminando con Pablo e Ignacia, al llegar afuera de mi casa me despedí y se fueron. Al entrar quedé atónita, no entendía nada. No había ni un solo mueble y estaba lleno de cajas.
- ¿Mamá? - llamé. Sentí como bajo corriendo y me dijo:
- Hija necesito que subas y pongas todas las cosas de tu pieza en cajas. Hay cajas en el pasillo
- ¿Por qué?
- Pregúntale a tu padre cuando llegue, a mi tampoco me ha dicho aun - subí y comencé a poner mis cosas en una caja, de mala gana. Cuando terminé esperé a que llegara mi papá, esperé y esperé hasta que se hizo de noche, eran las 11.30 cuando por fin tocó la puerta.
    Estaba tan enojada con él que baje le abrí, y sin dejarlo pasar le dije:
- Quiero que me digas ahora por qué estamos empacando todo
- ¿La verdad? ¿Te vas a enojar?
- Depende, pero dime de todos modos
- Nos mudamos a Buenos Aires - dijo rápidamente empujándome de su camino para pasar hacia donde estaba mi mamá. Ni siquiera cerré la puerta, dejé que el aire me refrescara y, que si era posible, cambiara mi destino.


Capítulo 2:
    Estaba corriendo, de algo, aún no sabía qué cuando en medio de mi camino creció una muralla muy alta. Quise rodearla pero apareció otra y al lado contrario otra más, formándose un cuadrado con solo un lado abierto. Lo que sea que me persiguiera se acercaba y yo no tenía salida. Luego de un rato pude verlo; algo similar a un lobo, con grandes y blancos dientes que relucían mucho sobre su pelaje negro. Estaba apunto de saltar sobre mi cuando:
- ¡Josette! apúrate - era la voz de mi mamá. Abrí los ojos y para mi tranquilidad estaba soñando. ¿Entonces no nos mudábamos? ¿También había sido un sueño? desvié mi mirada del techo solo para desilusionarme con mi pieza llena de cajas apiladas que decían "JOSETTE". Me salí de la cama y comencé a buscar entre mis cosas algo que ponerme. Saqué una tenida y fui al baño.
     Bajé a tomar desayuno y me senté a la mesa:
- ¡Buenos días familia! - dijo mi padre - ¡es un hermoso día para empezar una nueva vida!
- Querrás decir tu nueva vida, porque yo me quedo aquí - respondí enojada
- ¿Ah si? ¿dónde?
- Antes que ir contigo a Buenos Aires vivo en una caja bajo un banco de la plaza - mi voz sonó irónica, como si me estuviera burlando de él. Se quedó callado. Tomé un pan, mi mochila, me despedí de mamá y salí por la entrada principal. Realmente nunca me ha llevado bien con mi papá, siempre arruina las cosas cuando mejor resultan y siempre nos grita a mí y a mi mamá. A veces pienso que si se divorciaran y nos quedáramos a Santiago, mi vida sería perfecta, pero al parecer eso solo existe en los cuentos.
    Entré al colegio y Pablo iba entrando, corrí y le tapé los ojos por detrás:
- Hola amor - dijo mirando hacia arriba
- ¿Cómo sabes que soy yo?
- Lo supongo - le destapé los ojos y lo saludé. Aún intentaba pensar cómo decirle que me voy, y que quizás no nos volvamos a ver...
    Entramos a clase, pero el profesor de Matemáticas no fue por lo que tuvimos el bloque libre. Me acerqué a él y le dije:
- Pablo, tengo que hablar contigo - me miró fijamente con una sonrisa, sin aún entender que debía decirle algo serio
- Te escucho
- Me has dado el mejor año de mi vida, estar contigo ha sido una de las mejores cosas que me han pasado, realmente te quiero mucho y creo que eres una muy buena persona.... pero...
- ¿Pero? - comenzaba a ver en sus ojos un brillo de tristeza
- Pero creo que ahora solo debemos ser amigos - rompí a llorar y lo abracé - Me mudaré a Buenos Aires - me abrazó, pero no lloró. Estuvimos así hasta que logré calmarme.
- ¿Cuándo te vas? - me preguntó
- Hoy en la tarde, de veras que lo siento
- ¿No crees en el amor a distancia?
- No, si voy a quererte quiero que sea estando contigo, no hablando por teléfono - puso una cara aún más triste - no quiero que te sientas mal. Ten otra novia, hay chicas muy buenas en el curso, no tendré problemas con eso, solo tendré problemas si sufres.
- Entonces vivirás con problemas - me abrazó y me besó. Sus labios tocaron los míos y me recordaron muchos momentos felices, creo que esa era la verdadera intención: hacerme recordar todos los momentos felices - No dejaré de ser tu novio. Te quiero mucho y no te voy a dejar. - nos tomamos de la mano y nos abrazamos. Solo quería estar con él, aprovechar su presencia al máximo, pues no sabía en cuánto tiempo más lo vería. Sus ojos grises me miraban con pena, y sus manos apretaban las mías y las llevaban a su pelo castaño claro. Siempre le revuelvo el cabello, y ahora que solo hablaremos desde lejos quizás no lo vuelva hacer.
   Cuando terminó el bloque de matemáticas fuimos a otra clase, y luego a otra. En todas lloraba, despidiéndome de un grupo de personas: mis amigas, mis amigos, los que me caían mal... hasta sus bromas molestas las extrañaría. Finalmente a la salida, salí de la puerta y estaba mi papá, alegre y en el auto cargado con todas las cosas de mudanza más importantes. Abracé por última vez a todo mi curso y besé a Pablo.
- Nos vemos en el baile de fin de curso ¿verdad? - me preguntó con ternura
- Lo intentaré - lo abracé y entré al auto, todos me despedían con la mano y yo con mis lágrimas. Partimos el auto y por la ventana vi lo que alguna vez fue mi escuela, en la que estuve los últimos 11 años de mi vida, en la que encontré a mi verdadero amor.



Capítulo 3:
   El viaje en auto se hizo eterno, y tenía dos opciones: hablar con mis papás o escuchar música. Me puse mis audífonos, pero no tomé mucha atención a la música, solo hacía de acompañamiento a mi pena.
   Luego de unas horas mi papá me dijo:
- ¿Te conté que la casa es muy grande?
- ¿Sabes que no me interesa? - subí el volumen para no escucharlo más. No funcionó:
- ¿Por qué tanto enojo? debes mirar el lado positivo
- ¿El lado positivo? yo te diré el único lado positivo de esto: serás feliz por verme sufrir, espero que se cumpla
- ¿Crees que soy feliz viéndote sufrir? tienes un serio problema niña
- Lo se, se llama papá - fin de la conversación. No se si siguió hablando, solo miré por la ventana y por suerte mi música no me permitía escuchar su voz. 
   Obviamente no podía ser perfecto, por lo que se le acabó la batería a mi celular y se apagó. Me saqué los audífonos y guardé el celular en mi mochila del colegio que aún tenía los libros y cuadernos del día... o tal vez de la semana. Ese día no me quería, cada unos minutos encontraba un recuerdo que me hacía caer nuevamente en la nostalgia: un papel de dulce en la puerta del auto, una casa parecida a las mi barrio a la orilla del camino, mi mochila que se caía para obligarme a recogerla... en fin, digamos que no fue el mejor día. 
    Ya que no había nada muy divertido que hacer me apoyé en la puerta y me quedé dormida, de todas formas tenía sueño. 

     Por alguna razón soñé la continuación de mi sueño de anoche. El lobo gigante, con colmillos del tamaño de un antebrazo y unos ojos enormes de un rojo que brillaba en medio de la oscuridad que me rodaba. Saltó sobre mi y lo único que se me ocurrió hacer fue correrme a un lado, se golpeó en la cabeza con la pared que estaba detrás mío, mientras estaba aturdido corrí y salí del semi cuadrado que me encerraba. Corrí y corrí, pero no sabía adonde. Lo único que había delante mío era oscuridad y el lobo gigante ya no se escuchaba. Me detuve a descansar y vi que poco a poco mi entorno se volvía blanco y se escuchaba una voz, al principio no entendía lo que decía, pero después... preferí que el lobo gigante me hubiera comido:
- ¡Josette despierta! mira el barrio ¡es hermoso! - decía mi papá tan entusiasmado como si se hubiera ganado la lotería. Me refregué los ojos y miré por la ventana. Pasábamos por un barrio con casas enormes, yo diría que ahí vivía gente muy adinerada, pues cada casa tenía al menos dos autos o uno pero Audi o Mercedes Benz. Paramos frente a una casa blanca, con un jardín algo vacío, con solo dos árboles y un par de flores. Nada impresionante. 
   Bajamos del auto y tomé una de mis cajas, la llevé a la casa y subí al que sería mi cuarto. Lo mismo hice con varias y comencé a desempacar, como ya dije ese día no quería mi felicidad, ni siquiera por ver que mi pieza era enorme, pues lo primero que había en la primera caja que abrí era un marco con una foto de mis amigas y yo. No me di ni cuenta cuando el vidrio sobre la foto comenzó a salpicarse de agua, al parecer, mis lágrimas.



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